Imágenes sensibles: el video del ataque de un pitbull a una nena en las calles de Nueva York

En medio de los gritos desesperados del menor, un gran número de adultos se acercó para intentar despegar al perro de la niña.
Luego de que el pitbull se alejó de la niña junto a su dueño, se puede escuchar a un hombre preguntar si la nena está bien, mientras se siguen escuchando los desesperados gritos de la niña. “Llama a la policía”, se escucha decir a una mujer, en medio de la conmoción por el duro momento.
El mito de la “mandíbula trabada” en los pitbulls
Es muy común escuchar que a los pitbulls se les “traba” la mandíbula por un mecanismo óseo o químico. Esto es falso: científicamente, la mandíbula de un pitbull tiene la misma estructura que la de un Golden Retriever o un Pastor Alemán. No existe ningún “cerrojo” físico.
La razón por la que no sueltan no es física, sino genética y selectiva. Esta raza desciende de perros criados para el bull-baiting (hostigar toros). A diferencia de otros perros que muerden y sueltan rápido (mordida reactiva), el pitbull fue seleccionado históricamente para morder y no soltar a pesar del dolor o el castigo.
Tienen una “determinación” (llamada gameness en inglés) muy alta. Cuando entran en un estado de alta excitación o pelea, su cerebro ignora los estímulos externos.
¿Por qué es tan difícil apartarlos?
Cuando un pitbull ataca, entra en un estado de hiper-foco. Intentar separarlo tirando de él o pegándole suele ser contraproducente por dos razones: primeramente, como el perro no suelta, si la víctima o un tercero tiran, los dientes (que son como ganchos) desgarran el tejido, causando lesiones mucho más graves que la presión inicial.
En segundo lugar, el dolor físico o los golpes propinados suelen retroalimentar su instinto de lucha, haciendo que muerda con más fuerza.
¿Cómo lograr, entonces, que suelten?
Los expertos en comportamiento animal y manejadores de estas razas indican que la única forma efectiva no es la fuerza bruta, sino cortar el “estímulo” o la capacidad de respirar: se suele utilizar una correa para hacer un lazo en el cuello y elevar ligeramente al perro hasta que necesite soltar para respirar, aunque debe hacerse con precaución extrema.
O bien, utilizar una herramienta de madera o plástico duro que se inserta detrás de los molares para hacer palanca, lo cual requiere entrenamiento.
No es que no puedan soltar, es que su instinto les dicta que no deben hacerlo. Por eso, la clave con estas razas es la prevención, el conocimiento de su lenguaje corporal y una tenencia extremadamente responsable.
